martes, 28 de noviembre de 2017

Oportuna visita

La visita del Papa a Birmania, programada desde mucho antes, ha coincidido con la bruta represión contra la minoría rohinyá  que en los últimos meses ha alcanzado a más de la mitad de aquel pueblo, de fe musulmana, formado por unas setecientas mil personas. Lo primero que ha hecho el mandatario  de la Iglesia católica en el país budista, ha sido entrevistarse con el jefe del ejercito birmano, responsable del éxodo de más de la mitad  de los rohinyá a Bangladés. El pontífice ha recordado al militar  el relevante papel que desempeña en la transición política del país asiático.

De hecho las excolonia británica ha vivido su historia reciente bajo la bota de los militares. Tan solo desde 2015, el ejército ha permitido una tímida transición democrática, alcanzando el poder el partido de la oposición, aunque bajo la tutela militar. Respecto all drama rohinyá, los dirigentes del la Liga Nacional por la Democracia no se han destacado por ninguna crítica a la actuación represiva militar. Es más, su líder más carismática, la premio Nobel de La Paz Aung San Suu Kyi, se ha negado a condenar el genocidio sufrido. En un país en el que la fe budista es inmensamente mayoritaria, y generalizado y popular el rechazo a los musulmanes, los rohinyá son vistos como extranjeros que deben regresar a Bangladés, el antiguo Pakistán Oriental, la parte de la India que se reservó al islam tras la independencia de Gran Bretaña. 

Ante esta situación, muchos confiamos en el valiente Papa Francisco y creemos que dejará oír su voz ante una de las infamias de este mundo.

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