miércoles, 4 de octubre de 2017

Movilización permanente

El día cuatro estamos peor que los anteriores, como les vaticiné. Y así seguiremos, incrementándose el acoso. Las calles tomadas, las carreteras cortadas, los medios de transporte interrumpidos ejemplifican la movilización permanente decretada por el soberanismo. La situación revolucionaria -¿cabe ya otra palabra?- amenaza con desbordar no solo al torpe Estado, sino a los millones de catalanes que no muestren el ardor necesario a ojos de los que han decidido apropiarse del futuro de Cataluña. 

El acoso a policías y guardias civiles y a las sedes de los partidos constitucionalistas se extiende a todas aquellas personas que no ya se oponen, sino que no defienden con el entusiasmo requerido la épica del nacimiento de una nación, relato instalado ya hasta en los medios de comunicación. Son infinidad de casos, que el relieve de Isabel Coixet, ha dado nombre. Pero también todos aquellos que callan hasta en casa, no vaya a ser que sus hijos cometan una indiscreción y sean señalados. Hechos que recuerdan los peores escenarios posibles y las mayores infamias de la Humanidad, mientras asoman los primeros brotes de violencia vandálica.

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